El suelo es uno de los
principales recursos que brinda la naturaleza, ya que en él crecen y se
desarrollan las plantas, tanto las silvestres como las que se cultivan para
servir de alimento al hombre y los animales. La formación de los suelos depende
de un largo y complejo proceso continental. Es lentamente renovable cuando se
genera de manera permanente a través de procesos naturales y por el manejo
adecuado que los grupos humanos hacen del mismo. Es no renovable cuando en un
espacio de terreno, el promedio de erosión superficial supera su tasa de
generación, es decir cuando es más rápida la destrucción que la renovación.
Las diferentes actividades
que los grupos humanos realizan en los espacios geográficos traen como consecuencia
el rápido deterioro del suelo y de sus características básicas. En las últimas
décadas, cerca de la tercera parte de la tierra que se cultiva en el mundo se
ha erosionado a una tasa más rápida que la de su propia formación. El suelo es
la base sobre la que crece vegetación y el resto de los seres vivos de la
biosfera. Es la fuente de alimento para las plantas y el espacio vital donde se
desarrollan la agricultura, la ganadería y silvicultura; actividades básicas
para la alimentación de los seres humanos.
Del suelo obtenemos todos
los productos de origen vegetal, algunos pueden directamente servirnos de
alimento y otros permiten la alimentación de los animales, de los que no solo
obtenemos nutrientes sino otra serie de productos como vestido, calzado y
diversos enseres que facilitan nuestra vida.
Los vegetales no solo son el
punto de partida de la cadena trófica sino que nos proporcionan fibras
textiles, madera, resinas y un sin fin de productos de utilidad inmediata o
diferida tras su transformación.
Los bosques y las masas
herbáceas permiten mantener el equilibrio gaseoso de la atmósfera y los
primeros contribuyen a regular el ciclo del agua en la naturaleza, favoreciendo
la condensación de la humedad atmosférica y provocando la lluvia.
Todo lo que antecede no
sería posible sin la existencia del suelo, que está limitado en su superficie y
de la cual una parte, cada vez mayor, la hemos de dedicar a construir nuestras
viviendas, las infraestructuras de transporte, las industrias e incluso a
almacenar nuestros desechos. De ello podemos inferir que sin él no sería
posible la vida sobre la tierra, al menos en la forma que la conocemos.
El suelo no es un cuerpo
estático sino que mantiene un equilibrio dinámico con el medio que lo rodea. De
modo que continuamente se está formando y destruyendo. Su destrucción está
provocada por los fenómenos erosivos cuya intensidad natural es similar a la de
su formación, una vez alcanzado el equilibrio y alcanzado el espesor máximo que
corresponde a su situación natural. Desde este punto de vista, el suelo es un
recurso natural renovable, mas la realidad es desgraciadamente diferente y en
la actualidad se ha convertido en un recurso no renovable por la forma en que
hemos incrementado la velocidad de destrucción mientras que la de formación
permanece invariable.
Formación de los suelos
La formación de los suelos
depende de un largo y complejo proceso de descomposición de las rocas, en el
cual intervienen factores físicos, químicos y biológicos. La interacción de
estos, como factores ecológicos, provoca la desintegración de los minerales
que, unidos a los restos de animales y plantas en forma de materia orgánica,
originan el suelo.
Los seres vivos intervienen
en la destrucción de la roca madre y, además de los agentes climáticos, toman
parte en la mezcla de sustancias del suelo, en su distribución horizontal, y
añaden a éste materia orgánica.
Las sustancias de desecho de
animales y vegetales, así como los propios cuerpos de estos al morir, son las
únicas fuentes de materia orgánica del suelo, la cual proporciona a éste
algunos componentes esenciales, lo modifica de diferentes modos, y hace posible
el crecimiento de fauna y flora variadas, que de otra manera no podrían
existir.
La presencia de distintos
tipos de minerales, las variaciones climáticas, la altura sobre el nivel del
mar, la latitud geográfica y otros factores, determinan una gran variabilidad
de los suelos, la cual se manifiesta en las características físicas y químicas
de estos.
IMPORTANCIA DEL SUELO
Todos los recursos naturales
revisten para el hombre la misma importancia, ya que sin ellos sería imposible
su supervivencia en el planeta.
El suelo, sin embargo, es
fundamental ya que constituye el asiento de las principales formas de la vida
orgánica y en él radica el hombre sus mayores actividades económicas y
culturales. Es el reservativo de otros recursos naturales como agua, minerales,
flora, fauna, entre otros.
Proporcionalmente el suelo
representa un recurso escaso, ya que sólo representa una cuarta parte de la
superficie de la Tierra. Si se tiene en cuenta, todavía, que de la masa
terrestre una gran extensión está ocupada por desiertos y montañas, resulta
evidente que la parte aprovechable del suelo constituye una reducida superficie
del globo terráqueo cuya calidad es menester conservar a todo trance, ya que de
ella depende el futuro de la Humanidad.
A cada habitante del planeta
se le puede asignar aproximadamente una superficie de 3,5 hectáreas del total
de tierras existentes. En la práctica esta superficie sería menor por la
cantidad de tierras desechables. El sistema económico imperante, basado en la
división del trabajo, hace innecesaria esta forma de asignación de la tierra la
que se distribuye en el mundo en unidades agrarias y de asentamientos humanos
que registran superficies notoriamente superiores e inferiores al promedio
señalado.
EL SUELO COMO ALMACENADOR DE AGUA
El agua en el suelo tiene una importancia considerable; por una parte interviene en la nutrición de las plantas, directa e indirectamente. Actúa como vehículo de los elementos nutritivos disueltos y, por otra parte, es uno de los principales papeles de la edafogenesis, que condiciona la mayoría de los procesos de formación del suelo.La fuente principal del agua del suelo es el agua de precipitación y también el agua subterránea (capa freática de la tierra permanente, alimentada subterráneamente.
Las lluvias que caen en la
superficie del suelo se subdividen en diversas fracciones, dando lugar a las
formas de agua siguiente:
v Agua de escorrentía:
superficial o hipodérmica, cuando circula en el interior de los horizontes
superiores, paralelamente a la superficie (esta segunda forma es el agente
causante del empobrecimiento, del arrastre lateral de las partículas más finas,
limos y arcillas); la escorrentía no es constante y únicamente lo es en las
superficies con pendiente (aunque esta sea débil) sometidas a lluvias
violentas.
v Aguas de gravitación: o
agua gravitacional, se infiltra por la fuerza de la gravedad y circula por los
poros gruesos, superiores a 10 m, en general verticalmente, aunque a veces
también lo hace de forma oblicua si existe una pendiente y cuando la
permeabilidad del suelo disminuye en los horizontes profundos. Este tipo de agua
se subdivide en dos tipos:
Ø Agua gravitacional de flujo rápido: circula por los poros más
gruesos, superiores a 50 m durante las primeras horas de lluvia.
Ø Agua gravitacional de flujo
lento: desciende lentamente (con frecuencia durante varias
semanas) por los poros de diámetro comprendido entre 50 y 10 m.
v Agua retenida: por
el suelo durante la infiltración de las lluvias, que ocupan los poros medios y
finos, inferiores a 10 m aproximadamente; las fuerzas capilares y de absorción
son suficientemente grandes para oponerse a la fuerza de gravedad. El agua
retenida se subdivide en dos partes:
Ø Agua capilar absorbible por
las raíces: que ocupa los poros medios, donde forma
meniscos entre las partículas solidas.
Ø Agua ligada (Llamada
también de absorción) que forma una película fins en la superficie de las partículas
del suelo, poros finos, diámetro inferior a 0,2 m, y que esta retenida tan
enérgicamente que no es absorbible por las raíces.
El suelo como inactivador de los
contaminantes
El
suelo es un sistema abierto en el espacio y en el tiempo. Evoluciona
transformándose hasta alcanzar el equilibrio con las condiciones ambientales y
a partir de ese momento tiende a permanecer estable. El suelo puede
considerarse como un sistema depurador porque es capaz de degradar o
inmovilizar los contaminantes.
El
poder de amortiguación de un suelo representa la capacidad que tiene un suelo
de inactivar los efectos negativos de los contaminantes. Esta beneficiosa
acción se puede ejercer por varios mecanismos:
v
Neutralización
v
Degradación
biótica o abiótica
v
Adsorción
v
Complejización
v
Insolubilización
La
capacidad depuradora depende fundamentalmente de determinadas características
de los horizontes superficiales:
ØLa
actividad microbiológica, que facilita la descomposición e inmovilización de
los contaminantes.
ØLa
arcilla y la materia orgánica que mediante reacciones fisicoquímicas adsorben a
los contaminantes y permiten su inmovilización o liberación.
ØLa
capacidad filtrante, que va a regular la facilidad de penetración de los
contaminantes.
Estas
acciones dependerán de determinadas propiedades del suelo que influyen en los
mecanismos de autodepuración:
ü
Textura.
Los suelos de textura arcillosa tienen una alta capacidad de autodepuración.
ü Estructura.
Los agentes contaminantes pueden provocar la destrucción de la estructura, por
dispersión, si contienen altos contenidos en sodio.
ü
Porosidad
y permeabilidad. Facilitan la circulación de los contaminantes en el suelo y
pueden eliminar rápidamente los contaminantes y traspasarlos a los niveles
freáticos.
ü Capacidad
de cambio iónico. Aumenta la capacidad de autodepuración al fijar los
contaminantes sobre la superficie de las partículas.
ü
Salinidad.
Los contaminantes pueden aumentar la salinidad y como consecuencia disminuir la
estabilidad del suelo.
ü
pH.
Los contaminantes pueden acidificar el suelo, por vertidos o por oxidación de
sulfuros y óxidos nitrosos, con lo que aumenta la vulnerabilidad del suelo.
ü
Eh.
El ambiente oxidante aumenta el poder auto depurador al facilitar la actividad
microbiana de descomposición.
ü Los
gases del suelo ejercen también un importante papel, proporcionando el
suficiente oxígeno para la actividad microbiana.
De
cualquier forma, por muy favorables que sean las características del suelo, es
evidente que la capacidad depuradora no es ilimitada. El suelo no puede
asimilar, inmovilizar, inactivar y degradar todos los contaminantes que recibe
y por ello, en un determinado momento, cuando se superan unos determinados
umbrales, puede transferir los contaminantes a otros medios e incorporarlos en
las cadenas tróficas. Se produce entonces una situación no prevista que ha sido
definida recientemente por algunos autores como "Bomba Química del
Tiempo".
Ley forestal de aguas y suelos
La
Ley Forestal del Suelos y de Aguas fue promulgada el 26 de enero de 1966 en Gaceta Oficial N° 1.004
Extraordinario en el primer mandato del ex presidente Carlos Andrés Pérez su
finalidad. Sin embargo por un error, es en la resolución N°078 de fecha
08-03-66 emanada del entonces Ministerio de Agricultura y Cría, que se
oficializa esta Ley en la Gaceta N°27.981 del 09 de marzo de 1966.
HAZ CLICK Y VISUALIZA LA LEY
http://faolex.fao.org/docs/html/ven3045.htm
Blog realizado por :
Jhonny Pineda
Neigbhy García
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Wilmer Toro
Ailis Diaz
Ruben García
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